xxiii.

    Al contrario que el cuerdo, que se deja la piel en un rastro de tiras desgarradas colgando de las piedras y las ramas y los arbustos que se encuentra en su trayectoria, yo caminé hacia la erupción del volcán.

    Y le sonreí, como siempre le había sonreído a Aura, que estaba fantástica y más bonita que nunca estallando en magma. Le resaltaba los ojos reventar de aquella manera, destrozándolo todo. Y no eran metáforas. No al completo, al menos.
    Porque de verdad, humanos y cyborgs.
    Cuerpo a tierra.