xxvii.

      ¿No te hubiera gustado más una bala? Estalla rápido, en un parpadeo, llega antes que termines esa sístole empezada. Dicen que un tiro bien dado no duele. No te deja tiempo para dudar. ¿No quieres una bala, Aura?
      Y ella me miró, ladeando la cabeza y dejando que la sonrisa se le derramara por una de las mejillas. Con burla. Mordaz. Un poco ladina. Absolutamente absurda, porque también había zalamería en la curva de su boca. Me preguntaba ¿acaso pretendes ayudarme a morir? y no esperaba a la respuesta que pudiera darle, sino que me contestaba con los ojos y me gritaba, me aullaba con palabras como cristales clavándose entre mis costillas y haciendo palanca para que me salieran los pulmones por la boca, no. nunca serías capaz de dejarme ir. Y me insultaba también, con las pupilas, me recordaba triste y patético que siempre le había parecido.
        Y no.
      —Te gustaría que fuera yo.
        Y ahí tienes tu bala, Aura.
      (Tenía razón).