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    Mierda. Ah, sí, espera. 2030. China. Cyborgs. ¿Ubicados? Ah, sí: Aura, la pelirroja tocahuevos. ¿Sí? Vamos.

    Era un día normal en su nueva vida. Se había mudado allí porque le ofrecían un buen trabajo y además, estaba cansada de América (aunque, como ya sabemos, iba a volver, más pronto que tarde) y por eso se mudó a la otra potencia mundial. Bye, bitches. Y ahora estaba allí, frente a frente con el tipo que era mitad robot y aceite y la otra mitad ¿persona? Humano. Carne y huesos, lo dejaremos ahí. Y le estaba pidiendo algo que no conseguía entender ni procesar porque estaba demasiado ocupada pensando en lo… malditamente… bueno… que estaba… ese… maldito. Cyborg. Tenía ese aire asiático que siempre le había gustado, aunque sin llegar a pasarse con el tema de los ojos rasgados. Y esa barba. Pero qué narices. Es decir. Que China estaba intentado hacerse con el mundo entero a base de macizos medio robots que suponía tendrían aguante infinito en la cama. Ah. Pero no estaba ahí para eso.
        Aura, céntrate.
      No quiero.
        Vale.

    —¿Tienes lo que te pedí? —Aura ladeó un poco la cabeza. Sonrió. Se levantó de la silla. Dejó el dinero encima de la mesa que tenía frente a él. Se subió a horcajas de ese maldito cyborg y bueno.
    Entrega hecha.