- La pelirroja se llamaba Anna Karenina o así la llamarían. En las noticias.
Y arrugarían la nariz y los morros porque.
- Una Anna Karenina
Siempre tocando los cojones.
En realidad se llamaba Aura. O algo parecido. Y le gustaba mucho tocar los cojones. Decía que lo haría hasta el último de sus días y así fue, porque dejó esa maldita vía de tren como si un bicho gigante y apestoso hubiera devuelto la comida de toda una semana.
Trozos de Aura por todas partes.
- ¡BOOM!
- ¿No?
- ¿No?
Quería que fuera absurda.
Aura era el colmo de lo absurdo.
- Aura era también bonita. Bonita del tipo de belleza que se pierde con los años y las arrugas. No tenía esa belleza poderosa que se quedaba impresa por debajo de la piel y duraba toda la vida. Se secaría y sería apenas un reflejo de lo que había sido. O ni eso, porque acabaría siendo la Anna Karenina del 2032. Pero no nos adelantemos a los hechos.
Aura nació en 2014, una mañana fría de primavera mientras Same love sonaba quién sabe de qué guitarra y nadie la esperaba. Ni su madre, que dormía y no se despertó hasta estar no sé cuantos centímetros dilatada