xxi.

        De la época feliz, inactiva, cuando Aura decía cosas como una paloma sobre un cielo de colorines y lo decía hasta con las pupilas que le sonreían más que las comisuras de la boca. Y la boca, dulce y paciente, amable, menos roja que ahora...

        Y se colgaba cintas del pelo, cintas blancas y a veces azules, de un pelo que era de un rojo más claro y más vivo y menos apagado y oscuro y que le hondeaba más al viento, sin ser ni bandera ni amenaza. Aura había sido bella con sencillez, casi de improvisto, por casualidad. Era bonita en la manera que se movía, en la que sonreía y era siempre simpática, en la que se agachaba junto a cualquier animalito y lo acariciaba.
        No lo pateaba, no le escupía, no pensaba en todas las pulgas que llevaba encima.
        Era bonita por dentro. No de costillas o tripas, de más adentro. Eso que la hacía moverse y sonreír y ser de esa manera, eso que movía sus hilos, si era que los tenía. Y fuera lo que fuese que actuaba sobre ella podría volver y podría guardar toda esa erupción donde fuera que cupiese (¿la caja de Pandora?) y devolver a la Aura que se dejaba llamar guapa y hasta reía a carcajada limpia, agradable, sin acidez o veneno.
          Pero ah, esta Aura de ahora, es ponzoñosa como la cicuta.
        (Cicuta me gusta para Aura. Casi tanto como volcán y erupción y rojo y absurda.
        Es apropiada).

        Y la Aura del pasado había decidido que deseaba subirse a una bicicleta y pedalear hasta el principio del final de la línea del horizonte y fundirse con él, como decía que sabía que hacía cuando subía a su roca. 
        La Aura de verdad de esa época, la que tenía parte de ella misma dormida, es la menos real de todas; la que primero desapareció. A veces me gusta inventarte, cielo, mucho mejor de lo que eres y especialmente en esta parte, como si de alguna manera hacer esos días dos veces más buenos de lo ya buenos que fueron, pudiera curarme los destrozos que dejaste.
        (En realidad no pueden. Ni yo puedo solucionarte. No puedo ni arreglarte ya muerta, tan hecha pedazos en los raíles como te dejaste.)
        Pero yo, humano empedernido, asesino de cyborgs en algún tiempo verbal, soy de los que disfrutan errando y yerran por vicio.