xx.

    Y la paz que encontraba a veces y que no duraba ni un puñado de horas la dejaba con los párpados caídos, pesados, más o menos felices, cansados. 
    Le reposaba el alma, de alguna manera, y se movía como extinguida, con tranquilidad. Menos absurda y más mar en calma.
    Quizás era eso. Quizás se había adaptado, ella y su organismo y su pelo alborotado en erupción continua, al vaivén, al ola bajo ola del mar y se había fundido con él.

    Se drogaba de mar.
    Aura se ponía mala si estaba mucho tiempo alejada de él. Era su verdadero amante.
      Ni tú ni yo, cyborg (jódete).