viii.

    Qué haces.
    ¿Los ojos de Aura? Una acusación.
    Un disparo, quizás.
    No era una mirada simpática. No siempre, al menos. No si no iba borracha, o colocada, o se había metido una chute de energía cyborg, fuera cuál fuera, en sus venas de burda y absurda humana. Era sólo humana, eso se decía siempre. Y se cortaba con una cuchilla de afeitar, las venas de la mano derecha y decía, mira ¿ves? Soy humana. Carne y huesos.
    Qué gilipollez (decía) quién C*** quiere carne y huesos.
    Quería metal. Quería ser más dura, más indestructible.
    Y lo quiso, durante un tiempo. Un periodo de tiempo pequeño, corto, en ese que se subía a horcajas de su nuevo mejor amigo y se divertían. Y a veces él le dolía, más de lo que la poesía podía abarcar. Y quería metal, acero, por huesos, y tendones hechos de titanio, como los hilos de brackets que había llevado su hermana de sangre pequeña en la boca. Decía que eso la prepararía para la vida.
    Pero se quedó humana.
    Era humana cuando la arrolló el tren. Aunque llevaba implantes cyborg, sólo los de tendencia, para corregir la inferioridad humana. Sólo lo necesario, decía, y hacía así así como espantando una mosca con la mano y decía nada nada tú no hagas caso. Y no lo hacía porque las salas donde operaban me daban grima y pesadillas, pero siempre soñaba con que Aura se moría en una de esas salas y entonces yo YO tenía que entrar a identificar su cadáver.
    (Sí. Lo que más me preocupaba de la muerte de Aura era que me obligaran a identificar su maldito, MALDITO literalmente cadáver).
    Recuerdo que estaba haciendo algo de normal y corriente para humanos burdos y ridículos y débiles y de carne y hueso cuando ella me miró con esa cara de estúpido, los pinceles sirven para pintar y no para cepillarse los dientes.
    Cuando era ella quien disfrutaba haciéndolo todo al revés, y complicado, y retorcido
      y absurdo.
    Un poco como era ella. Bastante como era ella.
    Un enredo. 
      (la tía seguía viéndose con el maldito cybrog).