xi.

    Cerró el libro para apartar las letras de sus ojos y me miró con ellos, me apuñaló con ellos, mientras la brisa de aquella mañana hacia de su pelo una masa de humo que hondeaba arriba y abajo rizándose y retorciéndose y agitándose y revolviéndose como una llamarada.
    Eran buenos tiempos. Antes de la cantante, la que se había operado de arriba abajo para conseguir mantener el mismo aspecto que tenía a inicios de siglo, la que hizo que Aura saliera huyendo y acabara en los brazos (entre las piernas) de un cyborg chino y dos años después muriera. Anna Karenina. Esas cosas. 
    Era esa época en que tenía tiempo para sentarse y relajarse y respirar la vida con tranquilidad y hasta dejarla pasar frente a sus pupilas sin tener la necesidad de agarrarla por el cuello y meterle un tiro entre ceja y ceja y disfrutar de la salpicadura.

    Aura había sido una chica tranquila.
    Nunca menos absurda. En ningún punto de su línea temporal.
    Pero tranquila.
    —¿Aura?
      Ella ladeó la cabeza te escucho y la sonrisa se le decantó por encima de la mejilla, derramándose hasta los hoyuelos.
    —¿Qué estás leyendo?
    —Una saga, de un tipo gordo, con barba. Muchos reyes. Reyes que se pelean por una corona. Y hay una chica, una chica que antes era reina pero que ya no lo es, ahora es una especie de campesina, que busca venganza. Es una chica sencilla.
      Ah.
    Esos tiempos, en los que Aura hablaba mucho, con la boca y con paciencia y con cariño, y no con gestos y miradas únicamente gestos y miradas y a veces palabras secas como disparos. Balas.
      Ah.
    —Hoy estás muy guapa.
    Era por el viento.
    —Cállate.
    Y yo sonreí porque ella sonreía y no quería de verdad que me callara. O sí, pero sonreía y parecía que le gustaba, así que qué importaba. Todavía hoy, a estas alturas de la película, me pregunto qué fue lo que la cambió. Qué hizo que toda aquella belleza moderada se convirtiera en una erupción roja de volcán, en un estallido furioso que lo iba a destrozar todo, en belleza salvaje y descontrolada y destructiva.
    Quizás lo tuve delante de las narices. ¿Quizás fue culpa mía?
    O quizás sólo fue Aura, 
      absurda
      inactiva. durante demasiado tiempo.