xxxv.

(Aura al habla.)

Y atrévete a responder en voz alta, que eso es lo más complicado.
Dime mar, dime tú, donde está el punto de pérdida. Ya sabes, ese momento en que la inclinación es crítica y la gravedad se te come viva, te llama y te agarra, tira de ti hacia abajo y te arrastra y

      te atrapa.
Dime mar, dime hogar de tormentas, dónde esta ese, mi punto de pérdida. Dime si aquí, si más aquí o si es aquí, al otro lado, así de aquí. Dímelo, no te lo guardes para ti. A veces te miro y me creo que te comprendo, tanto rato viéndote exhalar olas que mueren en la playa y recuperándolas después, como si las echaras de menos ¿de qué manera no iba a comprenderte? pero entonces callas a ese lado, murmuras más abajo a este otro y a lo lejos veo como desatas furia espumosa y arremetes contra cualquiera. Te da igual todo, verdad mar. Nadie tiene tu favor. Ni siquiera yo, aquí arriba, subida, balanceándome a tu ritmo, ni siquiera a mí me quieres. El mar no quiere a nadie. Al mar le damos igual todos. Sin excepciones. Que no te engulla no es sinónimo de que tengáis algún tipo de contacto especial, conexión o parecido, ¿verdad, mar? no te engulle porque tienes suerte igual que cuando te engulle, vaya, no la tienes.
Ah, mar.
Él cree que subo aquí arriba y no pienso en nada. Que hay muchas veces que simplemente no pienso en nada. Me mira a los ojos y ve pupilas huecas y al verlas así, las suyas se apagan y entonces las mías, a su vez, también. Es un espejo extraño.
No nos gustamos.
No sé por qué sigue aquí, porque sé que sigue aquí, no sé qué espera. No sé qué quiere.
Llevo un tiempo intentando averiguarlo. Es decir, no con mucho efuerzo, no es mi mayor preocupación, no puede serlo. Pero a veces me he marchado y siempre me he encontrado. No me refiero a ahora, por ejemplo, que después de salir del piso ha juntado dos y dos y ha sabido que el cuatro está aquí arriba, subido sobre esta extraña roca. Me refiero a China, por ejemplo. Me encontró después de dejarle tirado en mitad de ninguna parte, sólo porque vi una mujer cyborg, una mujer infinitamente hermosa, y me apeteció seguirla.
Como si fuera así de caprichosa.

(Aura sonríe.)

Siempre me encuentra. No importa dónde intente caerme muerta, él siempre me encuentra.
Me sigue. Y me lo impide. Caerme muerta, quiero decir.
Y sé que quiere algo porque todo el mundo quiere algo. Sé que no es a mí, porque no nos gustamos. Tampoco me imagino qué clase de interés podría tener en alguien que persigue obstinadamente una y otra vez colocarse en el punto de mira de cualquier fuego cruzado.
Que ¿por qué lo hago, mar? ¿Por qué hago qué, exactamente?
Ah.
Eso.

(Aura sonríe un poco más, con ¿nostalgia? Quién entendiera a sus comisuras, sus ojos tristes y...)

Tengo pocas cosas en juego, sabes, mar. Poder escucharte de vez en cuando y poco más. No me asusta el dolor, no me asusta pasar miedo. Supongo que es eso.
¿Te entendí mal? Ah, que por qué sigo corriendo en su dirección opuesta, eso, ya.
Supongo. Supongo que me gusta comprobar si me seguirá, al final. Si me seguirá al final del mundo, por ejemplo. No le pongo a prueba, sólo quiero saber... pero qué importa, mar, a ti no te preocupa nada.
Déjame, déjame. Ahora tengo que encontrar la manera de bajar de aquí...